La historia nos
cuenta que a mediados de mayo de 1536, anticipándose un mes a
Diego de Almagro y sus huestes, el español Alonso Quintero
desembarcó en la playa de Papudo. El litoral estaba ocupado en
ese entonces por indígenas changos, liderados por el cacique
Carande, el cual se caracteriza por una doble barbilla o
papada, rasgo que motivó a los españoles a designar el lugar
como Papudo, testimonios de la presencia de este pueblo quedan
en los conchales de las dunas de Las Salinas de Pullally.
Posteriormente, con la llegada de Pedro de Valdivia los
valles de Aconcagua, La Ligua y Petorca hasta el borde litoral
quedan bajos sus dominios hasta 1552. Ocupando en la conquista
del sur, el gobernador cede estas tierras a su compañero Gonzalo
de los Ríos, más conocido por los méritos o faltas de su nieta,
la Quintrala, que por los suyos propios.
Entre los hechos históricos de Papudo destacan dos
acontecimientos: el embarque furtivo de García Hurtado de
Mendoza en 1561, en dirección al Perú; el desembarque de Sir
Frances Drake, en 1578, quien por cinco días descansó, comió y
bebió obsequiado por los habitantes de esa costa. Su estadía en
la caleta originó la leyenda del tesoro y de la Cueva del Pirata
ubicada en los acantilados costeros.
En 1599 la bahía pasó a formar parte de lo que posteriormente
fue la Gran Hacienda de Pullally, situada próxima a La Ligua,
que se que se constituyó en puerto de salida de sus productos.
Esta hacienda tenía grandes casas patronales, abarcando desde
Longotoma a Papudo.
El último año del siglo XVI, todo el sector de Papudo las
tierras aledañas fue dado en merced a doña Isabel Osorio de
Cáceres, hija del conquistador Diego García y nuera del
gobernador Bravo de Saravia. Su nieto Francisco heredó toda la
propiedad, convirtiéndose en un potentado criollo que obtuvo del
rey el título de Marqués de la Pica. Al morir en 1703,
marquesado, hacienda y dobles pasaron a su única descendiente,
Marcela de Saravia, mujer de Antonio de Irarrázabal. Desde esa
fecha estas tierras comenzaron a llamarse Hacienda de Pullally,
nombre que por generaciones se vinculó a los Irarrázabal y a las
playas del Papudo de la época de La Conquista.
El historiador Carlos Larraín en una crónica tipo saga, nos
describe así a los principales miembros de la familia
Irarrázabal El marqués don Miguel, instruido, rico, virtuoso e
hipocondríaco. Su heredero, el industrioso José Santiago,
constructor allí de un astillero de donde salieron numerosos
barcos, entre ellos el que desapareció de golpe frente a
Coquimbo con todos sus tripulantes. Don Miguel Antonio, quinto
marqués, valiente y luchador como un toro, cuya brevísima
existencia se hizo célebre por haber dado muerte en campo
abierto a un mulato sublevado y por la curiosa ortografía de sus
escritos que decían hamor hinfeliz, hantonio, arruinado
por su loca afición a las minas y a la reproducción. Don José
Miguel, su hijo, acucioso abogado que con paciencia rehizo la
fortuna familiar y los hitos de la desdibujada hacienda de
Pullally. El Ilustre Manuel José, síntesis de las virtudes de
sus antepasados y prohombres de la República, autor de la comuna
autónoma, recordado en la principal arteria de Nuñoa, la Avenida
Irarrázabal.
En 1840, el diputado Bernardo Toro presento el primer plano de
Papudo, ideado por el Ingeniero Lemuhot; era una fantástica .
ciudad de 870 manzanas. En 1855, el Intendente de Aconcagua,
Francisco Bascuñan, apoyó el plano del ingeniero Centeno, quién
proponía una población más modesta de 170 cuadras. Pese a que
una ley la aprobó un científico de la época, Amado Písis,
describió al puerto, años después: Situado en propiedad
particular, no presenta más que algunas miserables chozas y un
edificio recién construido para servir de depósito a los
productos que se exportan a Valparaíso. Tres muelles se
construyeron allí en años sucesivos. |